30.9.10

El Beso del Hombre Gato Montés (Parte II)

Parte I

L – E –O – guión bajo – M – O – N – T – I – L – L – O – at – P – I – X – B – O – X. Tecleó con cierto sigilo, aunque estaba sola en su casa. Sonrió al darse cuenta de la ironía de llamarse Leonardo (¿o tal vez Leopoldo?) y elegir ser gato montés. Obviamente antes de establecer comunicación se puso a husmear sus fotos y datos públicos. Ahora que lo podía observar más tranquila y en detalle, se dio cuenta de que le gustaba más de lo que ella pensaba. El apellido también aparecía como una especie de coincidencia. Ingeniería en Materiales, investigador en Energía Atómica; las cuentas cerraban, exactamente la clase de loquitos que se anotaron en primer lugar cuando se ofreció la experiencia al público general. Además sabía que en ese rubro le permitían amplias licencias. Tenía 32 años. No estaba segura si le habría dado más o menos. En el aspecto de su piel y pelo parecía más viejo, pero en otras cosas que no sabría precisar lucía mucho más joven. En cuanto ya no hubo más para indagar, inercialmente inició comunicación, presa del pánico cancelo el pedido inmediatamente. Tenía muy en claro lo irracional de su accionar. Él vería el registro del pedido cancelado, y era peor, porque entonces él ya sabía como contactarla. Se acostó hundiendo fuerte la cara en la almohada. Creyó que con la adrenalina a tope le costaría dormirse, pero en un instante ya era de mañana y estaba en camino al trabajo. En la puerta la esperaba Delfina.
- Decime ya que tiraste ese papelito mugroso.
- Si Delfi, lo tire en el primer tacho después de bajarme.
- Bueno, vení que quiero presentarte a alguien.
El payaso era un gesticulador nato. Tenía uno en particular; manos extendidas paralelamente a la altura de las costillas, palmas enfrentadas, movimiento sincrónico hacia arriba y abajo; que le parecía de algún tipo de fijación fálica, pero bueno allá él. Ella pensaba en Leo. No lo conocía y sentía que se estaba enamorando. Pero si no lo conocía, ¿de quién se estaba enamorando? ¿De aquella persona, de quien conocía algunos datos básicos y visto algunas de sus fotos antes de irse de vacaciones a un cuerpo de gato montés? ¿O de aquel pobre bicho que ahora encarnizaba en cuerpo humano, vaya uno a saber con cuanta conciencia de ello, pero que le había susurrado sin vacilar “Llamame” en un tipo de conexión de energías, que todavía al recordarla la estremecía?
Cuando estaba por llegar a su casa, le llegó un texto de él: “No seas boba, veníte hoy a casa, te espero con un vino y un plato de pasta. W.E. Pauli 137 3° 5”.
De habérselo encontrado en su departamento lo hubiese echado a las patadas, o incluso si hubiese sido en el subte. Pero la posibilidad de entrar en esa casa era demasiado tentadora. Tal vez podría averiguar la fecha de retorno del Sr. Montillo. Había escuchado de algunas pocas osadas que habían mantenido relaciones con ciertos tipos, con cierta frecuencia, y que entonces al retornar el dueño de aquel cuerpo sometido sexualmente durante meses, mantenía la relación; muchas veces sin saber lo que había ocurrido antes, confundiendo ese sensación confortable del olor familiar con amor.
El departamento parecía un poco desordenado, evidentemente no había programado la visita de ninguna empleada doméstica durante su ausencia. Se sentaron a comer, al principio en silencio. Ella estaba nerviosa, comió poco y bebió de a largos sorbos el vino que parecía darle coraje. Él intentaba hablar de asuntos triviales, cuando por fin ella se animó a responder con algo más que monosílabos, se propuso ir elevando la complejidad de la conversación, testeando cual sería el límite en el raciocinio. Parecía ir bastante bien, de todos modos el experimento estaba destinado a fracasar ya que el vino empezaba su segundo ciclo de efectos, y una imagen fugaz le recordó las bromas obscenas que hacían las chicas con respecto al sexo con alguien como él. Se sabe que son brutos, no tienen demasiada técnica para la estimulación, pero pasión no les falta y aguante menos. Fantaseaba con su cuerpo desnudo, espalda y trasero, cuando percibió que la sombra que lo representaba sentado al otro lado de la mesa ya no estaba. Una mano en la cintura la hacía girar sentada sobre su propio eje, y unos labios, esos labios la besaban fuerte.

1 comentario:

cleopatra dijo...

Precioso.

La..idea..del..gato..montés..o..su
viceversa,..trae..una..
inexplicable..sensación..de..
excitación.

¿Por..lo..que..no..se..vaticina?

O..por..lo..que..sí.

Te..beso