11.9.07

Iluminare habitacum est (Parte I)

Se empezó a aclarar el borroso blanco frente a sus ojos que acababan de despertar, deslumbró las 3 manchitas de siempre que como estrellas servían de entretenimiento en noches de insomnio. La anterior noche no había sido una de estas ultimas, había dormido quizás 9 horas, si es que a eso se le puede llamar dormir. Se preguntó porque habría dormido tan mal, entonces recordó porque era que se encontraba alojada en su alma esa amargura tan molesta. Decidió admitirse a si mismo que era cierto que estaba triste. No sentía impotencia ni resentimiento, solo una callada tristeza. Apoyo los pies en el frío suelo y camino dos pasos para comenzar el rutinario lavado de dientes. La mañana estaba fría, sin embargo tenia la espalda cubierta de sudor. Mientras se preparaba el traje imaginaba como una locomotora con su cara lo pasaba por encima destrozándolo en infinito dolor, quien lo hubiera visto con esa expresión no se hubiera sorprendido, era Lunes bien temprano y había muchos rostros como ese dando vueltas por la ciudad, pero lo de él iba mucho más allá.
Hasta llegar a la avenida para parar un taxi sus pensamientos se habían calmado, quizá por el adormecimiento. Pero cuando subió al taxi razonó que el elegido debía ser uno u otro, o tal vez ninguno. Extrañamente el taxista noto su triste cara y le pregunto que le pasaba esperando como respuesta un asunto simple con el cual se entretendría hablando el resto del viaje. Como réplica recibió un:
--: Si le cuento veré mi cadáver bajo mis pies.
El taxista puso cara de dólar falsificado y prefirió conducir tranquilo antes que hacer migas con ese joven esquizofrénico. Él se guardó el dolor despacito y se miro los zapatos sucios.
El día pasó sin grandes acontecimientos, cuando salió a almorzar vio dos muchachos con guitarras tirados en el suelo sucio del microcentro, se preguntó que lo detenía de no ser uno de ellos y abandonar lo poco que le quedaba.
En la hamburgesía que estaba más ruidosa de lo habitual se puso a recordar sus épocas de hippie, cuando solo tenía su remera rota y su armonica preferida. Se dio cuenta como lo habían cambiado, una lobotomía que lo había dejado perteneciente a ese grupo de zombies que el no comprendía. Se fijó en el reloj y vio que se le hacía tarde, se incorporó preocupado y dejo el lugar suspirando bajo:
--: Bueh... todo sea por vivir como la gente.
Cuando regresó a su hogar se desvistió, pasó los 65 canales y apago la TV para meterse en la cama y volver a mirar las tres manchitas blancas, las tres testigos de su desgracia.
Otra vez el techo y sus manchas se hicieron nítidas, eran las 10:30 del sábado se le hacia tarde para su único respiro de la semana, la actuación.

4.9.07

El desafío

Si hay algo que me carcome el cerebro, eso son los desafíos. La idea de los mismos entra en mi cabeza y luego intenta escapar vanamente dando topetazos como la mosca que ve la libertad pero no la puede alcanzar.
Es por esto que salí a recorrer buscando inspirarme algo de terror para luego poder exhalarlo en papel. Descendí a buscar, piel a piel, la violencia de los barrios indigentes, y como soy un hombre de extremos, también me inmiscuí en los juegos fetiche de los nenes bien. Me confundí y absorví los sentimientos (de los) productores de la pornografía infantil. Empezé a prestar atención a las conversaciones de mis ancianas vecinas, siempre oídas pero nunca escuchadas, y me di cuenta de que una es inválida y sólo obtiene alimento a cambio de favores sexuales a la otra, por no mencionar que sus hijos saben ésto pero prefieren pensar que ya están muertas. ¡Hasta intenté con la clásica cabeza de vaca putrefacta y cubierta de hormigas rojas!
Vencido al encontrarme igual que en el punto de partida, sólo que más cansado, deduje que en realidad el terror es la mentira del que ha aprendido a domar y transmitir su voluntad. Y que cuerdo, simplemente es aquel que no se ha puesto a pensar lo suficiente.

23.8.07

Comienzos

Abro una rendija para espiar el tráfico de ideas en mi mente. A ver si un día de éstos entiendo algo de lo que ocurre en esa caja negra, donde las ideas se interconectan voluntariamente pero "llueven del cielo como maná".