14.9.14

Continuidad de los parquets (parte 2)


Las imágenes eróticas pronto poblaron su mente. Se había quedado en una escena subida de tono en la que la protagonista gozaba de un encuentro furtivo con un extraño que la había abordado en el mercado. Las palabras describían con meticuloso detalle la coreografía de los cuerpos desnudos  y la tórrida secuencia de pensamientos, contradicciones, culpas y fetiches de las que era víctima la protagonista. La lectura se vio inoportunamente interrumpida por una entrepierna turgente que, en el vaivén de la formación en marcha, le empujaba rítmicamente el ejemplar contra los lentes de ver de cerca.
Levantó la mirada y le dijo: “¿Qué te pasa boludo?”


31.8.14

Continuidad de los parquets


Había empezado a leer la novela unos días antes. La eligió en una librería de la Avenida Corrientes sin siquiera pispear la contratapa. Todo parecía adecuado: unas 600 páginas, tapa dura, tipografía grande pero elegante. Además, no tenía tiempo para averiguaciones, ya le quedaban pocas páginas en la última entrega de la trilogía “Caballo de Fuego”.

Los primeros capítulos fueron duros, siempre le costaban un poco hasta que se aprendía los nombres de los personajes y se enganchaba. Para colmo le tocaron varios días de subte insanamente repleto, por lo que llegaba a leer unas míseras dos páginas en todo el trayecto, siempre que pusiera los codos un poco en punta. Pero ese martes podía darse el lujo de retrasarse un poco. Parada en el andén, sintió el viento por la espalda de la formación que llegaba en dirección contraria. Divisó un buen asiento por la mitad, lejos de las puertas  por donde podía subir una embarazada o algún viejo lastimoso, y dejó caer su humanidad con gusto. Contaba con unos extensos cincuenta minutos de plácida lectura.