14.8.10

El Beso del Hombre Gato Montés (Parte I)

Venía caminando por 25 y sabía que al doblar a la derecha en Alem sentiría el viento frío que sube desde el río al atardecer, sobretodo en las mejillas. Pensaba en la polémica que se venía dando en el Congreso desde hace unos meses por las actividades de una empresa anglo-holandesa dedicada a la bio tecnología. El cuello estaba rodeado por una bufanda interminable, casi como la chalina de la Duncan, no llevaba guantes pero tenía las manos dentro de la manga de la campera, asi que las mejillas eran el único problema. El servicio era carísimo, pero eran los únicos que hacían una cosa así, T-R-A-N-S-M-E-N-T-I-Z-A-C-I-Ó-N, o en buen criollo la mudanza del estado conciente a un cuerpo animal; es decir, no-humano. Se imaginó que al avanzar unos metros por Alem, frenando a paso cortito por la bajada, se la iba a encontrar a Delfina apoyada contra el poste, y así ocurrió. La duración de la experiencia se determina antes por escrito, puesto que después de la mudanza y dependiendo de la especie elegida, se hace un tanto difícil la comunicación con el cliente. Pudo prever que la primera pregunta iba a ser como le había ido en el simulacro de incendio, ya que ella había conseguido novio así, y hacía meses que la venía machacando con este día. Frecuentemente también pensaba, con cierta pena, en los animalitos que perdían la vida en el proceso; y también, con cierto asco en los gélidos cuerpos humanos, como en ataúdes, en estado de suspensión. A pesar de haber cumplido con el compromiso de estar bien vestida y perfumada, su amiga le disparó la pregunta antes de bajar el pie del cordón, cruzando por mitad de cuadra se acordó que era más peligroso, sobre todo ahí que por la subida no hay más de 40 metros de visibilidad, pero ya estaban más cerca de la otra orilla. Obviamente no era la única afligida por la situación, otras personas más aguerridas, como los que se agrupan en defensa del bienestar de los animales, habían logrado imponer su grito en el Congreso. Se distrajo al tomar inconcientemente un volante que le entregaba una señora bajita, justo donde empieza la escalera del subte; Topo, sentenció Delfina sin vacilar, son excelentes en ese negocio. Al pasar por la televisión del café, vió como en el Congreso seguían considerando el retruco con el que habían salido los ingenieros de la compañía: en lugar de sólo mudar la conciencia humana al cuerpo animal, mudan también en el mismo procedimiento, la conciencia animal al cuerpo humano. Mientras hacían la cola para sacar boleto, soportaba las críticas de su amiga, por estar sola, porque no la escuchaba, porque salía poco de su casa, porque no se interesaba en nada, porque no hacía caso, porque miraba para cualquier lado. Ella para sus adentros, razonaba que era una solución WIN-WIN: no se perdía ninguna vida y los clientes se ahorraban todos esos costos de la criogenización, incluso parece que había algunos ecologistas que defendían a la empresa porque notaban que la experiencia reforzaba la empatía con los animales, y también aumentaba los donativos. Paso cortito adelante y no pensó más, se quedo como con la última ese de donativos, flotando en el aire, tuvo como una calma y alcanzó a decir: ESE. ¿Ese? Preguntó sorprendida Delfina que parecía no dejar de hablar. Sabía que era común, especialmente con las especies más dóciles, la asignación de alguna tarea sencilla en intervalos regulares, con lo que el cliente podía financiar, al menos parcialmente, su sustento. Sí, ese. No mi amor, ese es gato montés dijo Delfina. ¿Segura? Preguntó ella mientras recordaba que Delfina tenía excelente ojo para estas cosas. Y si, estaba segura. Incluso ella se habría dado cuenta de lo evidente de no estar obnubilada por la carencia de sexo. Abundante vello facial, posición corporal acechante, y ahí nomás lo terminó de confirmar cuando evidentemente se sintió observado y se dio vuelta como buscando al observador. Cuando le encontró la mirada, largó una sonrisa franca, como si se hubiese relajado al confirmar que era un cuerpo minúsculo de muy-poco-amenzante carita. Ella puso la mirada fija en el suelo, oleadas de adrenalina le recorrían el cuerpo, sabía el tipo de condena social que había para quienes intimaran con esos animales encerrados temporalmente en cuerpo humano, y sentía en la oreja la mirada de reproche de Delfina. Pero fue inevitable, ya lo tenía al lado extendiendolé un papelito doblado en cuatro y susurrándole al oído: Llamame.

2 comentarios:

Rob K dijo...

Del mismo modo que tuve que ver "Inception" dos veces para comprenderla mejor (y aun así me quedaron varias cosas irresueltas), no pierdo las esperanzas de acabar de captar la compleja lógica de esta historia cuando lea su continuación.

Pero desde luego alcanza con esta primera parte para sentirme atrapado por la trama y el clima de la narración.

Airdish number dijo...

Gracias.
Christopher Nolan es un fenómeno! Inception todavía no la ví...
Espero que la continuación mía no sea una Deception.
Igual habrá que esperar porque Bernarda me está pidiendo su final.